La ansiada reapertura de Isla de Pascua (Chile), prevista para el 4 de agosto tras casi dos años y medio cerrada como consecuencia de la pandemia, tiene a las autoridades locales azotadas por la incertidumbre. De los 7.700 habitantes, más de 2.000 abandonaron el mítico y paradisíaco territorio desde que se cortó el turismo, el principal sustento económico del 71% de la población. Además de la falta de mano de obra capacitada, el alcalde, Pedro Edmunds, alega que no cuentan con los fondos para arreglar y limpiar el parque nacional. Crítico con la respuesta del Gobierno de Gabriel Boric ante el complejo escenario, Edmunds sostiene que “dicen que hacen las cosas, pero no se ven”.
La reapertura de la diminuta isla triangular será gradual. Durante los dos primeros meses se restablecerán dos vuelos comerciales por semana —de 300 personas cada uno—, un tercio de pasajeros previo a la pandemia. La capacidad hotelera, al 45% según la oficina de turismo, resiste de sobra el flujo inicial. Hay cerca de 2.500 camas disponibles en recintos que van desde cabañas a hoteles de lujo.
Solo 11 de los 24 lugares turísticos van a entrar en funcionamiento, entre ellos Anakena, la playa de arenas blanca y mar color lapislázuli; la cantera Rano Raraku, cuna de la historia de la isla; y Ahu Akivi, el icónico sitio donde se erigen siete moáis, tallados en toba volcánica. “No podemos mantener todos los sitios abiertos ya que tendríamos que contratar a muchas personas y nos iríamos a la quiebra. A medida que el turista vaya pagando las entradas se irá reinvirtiendo en recursos humanos”, explica Uko Tongariki Tuk, jefe de la dirección de Turismo de la isla. Aclara, de todas formas, que Rapa Nui va a cumplir con las expectativas de los viajeros.